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1 El raciocinio de nuestro padre Eleazar, como un piloto de primer orden, dirigiendo la nave de la piedad en el mar de las emociones, 2 y burlado por las amenazas del tirano, y abrumado con las rompientes de la tortura, 3 no movió en absoluto el timón de la piedad hasta que navegó hacia el puerto de la victoria sobre la muerte. 4 Ninguna ciudad asediada ha resistido jamás a muchas y diversas máquinas de guerra como lo hizo aquel santo varón cuando su alma piadosa fue probada con la ardiente prueba de las torturas y de los desgarros y conmovió a sus asediadores por el razonamiento religioso que lo amparaba. 5 Pues el padre Eleazar, proyectando su disposición, rompió las furiosas olas de las emociones como con un acantilado saliente. 6 ¡Oh sacerdote digno del sacerdocio! No contaminaste tus dientes sagrados, ni hiciste partícipe de la profanidad a tu apetito, que siempre había abrazado lo limpio y lícito. 7 ¡Oh, armonizador de la ley y sabio consagrado a la vida divina! 8 De tal carácter deben ser los que cumplen los deberes de la ley con riesgo de su propia sangre, y la defienden con sudor generoso mediante sufrimientos hasta la muerte. 9 Tú, padre, has establecido gloriosamente nuestro recto gobierno con tu resistencia; y haciendo mucho caso de nuestro pasado servicio, has impedido su destrucción, y con tus actos has hecho creíbles las palabras de la filosofía. 10 ¡Oh anciano de más poder que los suplicios, anciano más vigoroso que el fuego, mayor rey sobre las emociones, Eleazar! 11 Porque así como el padre Aarón, armado con un incensario, apresurándose a través del fuego consumidor, venció al ángel portador de llamas, 12 así, Eleazar, el descendiente de Aarón, consumido por el fuego, no abandonó su razonamiento. 13 Lo más maravilloso es que, aunque era un anciano, aunque los trabajos de su cuerpo estaban ya agotados, sus músculos estaban relajados y sus tendones desgastados, recuperó la juventud. 14 Con el espíritu de la razón, y el razonamiento de Isaac, dejó sin poder al potro de tortura de muchas cabezas. 15 Oh, bendita vejez, y reverente cabeza ronca, y vida obediente a la ley, que el fiel sello de la muerte perfeccionó. 16 Si, pues, un anciano, por medio de la religión, despreció las torturas hasta la muerte, ciertamente el razonamiento religioso es rector de las emociones. 17 Pero tal vez algunos digan: “No todos conquistan las emociones, como no todos poseen un razonamiento sabio”. 18 Pero los que han meditado la religión con todo su corazón, éstos son los únicos que pueden dominar las emociones de la carne: 19 los que creen que para Dios no mueren; pues, como nuestros antepasados, Abraham, Isaac y Jacob, viven para Dios. 20 Esta circunstancia, pues, no es en absoluto una objeción, que algunos que tienen un razonamiento débil se rigen por sus emociones, 21 ya que ¿qué persona, caminando religiosamente por toda la regla de la filosofía, y creyendo en Dios, 22 y sabiendo que es una cosa bendita soportar todo tipo de dificultades por la virtud, no dominaría, por el bien de la religión, su emoción? 23 Pues sólo el hombre sabio y valiente es señor de sus emociones. 24 Por eso, incluso los muchachos, entrenados con la filosofía del razonamiento religioso, han vencido torturas aún más amargas; 25 pues cuando el tirano fue manifiestamente vencido en su primer intento, al no poder obligar al anciano a comer la cosa impura,
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