| Capítulo 4 |
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¿DE dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros? |
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Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y gerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. |
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Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. |
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Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. |
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¿Pensáis que la Escritura dice sin causa: Es espíritu que mora en nosotros codicia para envidia? |
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Mas él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste á los soberbios, y da gracia á los humildes. |
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Someteos pues á Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. |
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Allegaos á Dios, y él se allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de doblado ánimo, purificad los corazones. |
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Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. |
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Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará. |
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Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga á su hermano, este tal murmura de la ley, y juzga á la ley; pero si tú juzgas á la ley, no eres guardador de la ley, sino juez. |
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Uno es el dador de la ley, que puede salvar y perder: ¿quién eres tú que juzgas á otro? |
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Ea ahora, los que decís: Hoy y mañana iremos á tal ciudad, y estaremos allá un año, y compraremos mercadería, y ganaremos: |
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Y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. |
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En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto ó aquello. |
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Mas ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala. |
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El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace. |