| Capítulo 6 |
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MIRAD que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos: de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos. |
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Cuando pues haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser estimados de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su recompensa. |
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Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha; |
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Para que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que ve en secreto, él te recompensará en público. |
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Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago. |
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Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. |
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Y orando, no seáis prolijos, como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos. |
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No os hagáis, pues, semejantes á ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. |
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Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. |
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Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. |
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Danos hoy nuestro pan cotidiano. |
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Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos á nuestros deudores. |
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Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. |
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Porque si perdonareis á los hombres sus ofensas, os perdonará también á vosotros vuestro Padre celestial. |
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Mas si no perdonareis á los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. |
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Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer á los hombres que ayunan: de cierto os digo, que ya tienen su pago. |
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Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro; |
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Para no parecer á los hombres que ayunas, sino á tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. |
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No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan; |
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Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: |
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Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. |
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La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso: |
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Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas? |
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Ninguno puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir á Dios y á Mammón. |
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Por tanto os digo: No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer, ó que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido? |
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Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?. |
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Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose, añadir á su estatura un codo? |
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Y por el vestido ¿por qué os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; |
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Mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué vestido así como uno de ellos. |
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Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más á vosotros, hombres de poca fe? |
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No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, ó qué beberemos, ó con qué nos cubriremos? |
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Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. |
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Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. |
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Así que, no os congojéis por el día de mañana; que el día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán. |