| Capítulo 39 |
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YO DIJE: Atenderé á mis caminos, Para no pecar con mi lengua: Guardaré mi boca con freno, En tanto que el impío fuere contra mí. |
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Enmudecí con silencio, calléme aun respecto de lo bueno: Y excitóse mi dolor. |
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Enardecióse mi corazón dentro de mí; Encendióse fuego en mi meditación, Y así proferí con mi lengua: |
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Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuánto tengo de ser del mundo. |
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He aquí diste á mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti: Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. (Selah.) |
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Ciertamente en tinieblas anda el hombre; Ciertamente en vano se inquieta: Junta, y no sabe quién lo allegará. |
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Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza en ti está. |
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Líbrame de todas mis rebeliones; No me pongas por escarnio del insensato. |
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Enmudecí, no abrí mi boca; Porque tú lo hiciste. |
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Quita de sobre mí tu plaga; De la guerra de tu mano soy consumido. |
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Con castigos sobre el pecado corriges al hombre, Y haces consumirse como de polilla su grandeza: Ciertamente vanidad es todo hombre. (Selah.) |
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Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor: No calles á mis lágrimas; Porque peregrino soy para contigo, Y advenedizo, como todos mis padres. |
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Déjame, y tomaré fuerzas, Antes que vaya y perezca. |